En la celebración de Santa Teresa de Ávila empezamos la escuela con su poesía “Vuestra soy, para vos nací”. Santa Teresa es alguien que ha experimentado como Dios la ama profundamente.
Como la semana pasada continuamos con la cita del Salmo 119,76: “Que tu amor sea mi consuelo según la promesa hecha a tu siervo.” El salmista ha experimentado que el amor de Dios es consuelo para su vida, le da alegría, le da paz y al mismo tiempo le da estabilidad. La estabilidad emocional es algo que cada vez nos falta más porque dependemos de, dependemos de las circunstancias, de los otros ... El ser humano es sensible al amor y si somos sensibles al amor, el amor es lo que no nos puede faltar. No puede ser de otra forma porque reconocemos nuestra procedencia y reconocemos nuestro destino, yo procedo del amor y voy hacia el amor. Todos hemos experimentado que el amor humano es muy bueno, pero es frágil, es variable, es endeble, pero hay que recalcar que no es por maldad, sino porque damos de sí lo que damos de sí, le pedimos peras al olmo, le pedimos al otro que nos dé lo que no nos puede dar, y entonces pensamos que nos han engañado, nos enfadamos, nos afecta negativamente. Esto nos lleva a pedir la gracia, el don, la luz de entender que sólo el amor de Dios es estable. Cuando lo entendemos podemos soportar la inestabilidad del otro. Y esto nos tiene que conducir a agradecer este siempre del amor de Dios, el amor de Dios ama siempre, el amor de Dios consuela siempre, el amor de Dios está siempre. Esta dimensión de agradecimiento es muy importante. Y es para todos no para algunos, Dios no excluye a nadie. Esto me lleva a reconocer que Dios me ama mucho. Y este amar mucho es abundantemente. Como una fuente, una fuente mana siempre, y una fuente mana mucho, así es el amor de Dios siempre y mucho. Yo de este amor me beneficio según mi medida, si voy con un dedal la fuente me llena un dedal, si voy con un vaso la fuente me colma un vaso, si voy con una botella ... Pero la medida no la pone Dios, la pongo yo. Con el amor de Dios pasa lo mismo, la medida la pongo yo, esto supone un reconocimiento, una apertura.
Como la semana pasada continuamos con la cita del Salmo 119,76: “Que tu amor sea mi consuelo según la promesa hecha a tu siervo.” El salmista ha experimentado que el amor de Dios es consuelo para su vida, le da alegría, le da paz y al mismo tiempo le da estabilidad. La estabilidad emocional es algo que cada vez nos falta más porque dependemos de, dependemos de las circunstancias, de los otros ... El ser humano es sensible al amor y si somos sensibles al amor, el amor es lo que no nos puede faltar. No puede ser de otra forma porque reconocemos nuestra procedencia y reconocemos nuestro destino, yo procedo del amor y voy hacia el amor. Todos hemos experimentado que el amor humano es muy bueno, pero es frágil, es variable, es endeble, pero hay que recalcar que no es por maldad, sino porque damos de sí lo que damos de sí, le pedimos peras al olmo, le pedimos al otro que nos dé lo que no nos puede dar, y entonces pensamos que nos han engañado, nos enfadamos, nos afecta negativamente. Esto nos lleva a pedir la gracia, el don, la luz de entender que sólo el amor de Dios es estable. Cuando lo entendemos podemos soportar la inestabilidad del otro. Y esto nos tiene que conducir a agradecer este siempre del amor de Dios, el amor de Dios ama siempre, el amor de Dios consuela siempre, el amor de Dios está siempre. Esta dimensión de agradecimiento es muy importante. Y es para todos no para algunos, Dios no excluye a nadie. Esto me lleva a reconocer que Dios me ama mucho. Y este amar mucho es abundantemente. Como una fuente, una fuente mana siempre, y una fuente mana mucho, así es el amor de Dios siempre y mucho. Yo de este amor me beneficio según mi medida, si voy con un dedal la fuente me llena un dedal, si voy con un vaso la fuente me colma un vaso, si voy con una botella ... Pero la medida no la pone Dios, la pongo yo. Con el amor de Dios pasa lo mismo, la medida la pongo yo, esto supone un reconocimiento, una apertura.
Jn 13,1 “Jesús habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo.” ¿Y que es amar hasta el extremo?, una pregunta que no nos hemos hecho con mucha frecuencia, significa que ya no puedo amar más. El amor de Dios es así, con tal intensidad, con tal profundidad que ya no puede mas. Me ama tanto ya no me puede amar más.
Utilizamos analogías con el amor de madre, hay momentos que amas tanto a un hijo que parece que no puedes amar más, tienes un segundo hijo y tu amor se dilata, vemos que somos capaces de amar más. Si el amor humano puede dilatarse ¿cuánto más el amor de Dios?. La experiencia de ser amados siempre y mucho, es empezar a palpar y a experimentar como es Dios, y como ama Dios, entonces yo puedo decir con certeza Dios me ama siempre, Dios me ama mucho. Y no depende ni de mis capacidades ni de mi correspondencias.
Is 49,14-16 “—Decía Sión: Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado. —¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré. Mira, en mis palmas te llevo tatuada,tus muros están siempre ante mí;” Cuando encontramos en la Palabra de Dios Sión, Israel ... Pongamos nuestro nombre Todos hemos tenido alguna vez la sensación de que Dios te ha abandonado, a veces te encuentras por situaciones varias en la vida en un túnel donde no se ve ni la entrada, ni la salida. Cuando estas en mitad del túnel, te giras y todavía ves luz, piensas yo tengo por donde escapar, cuando caminas en el túnel y ves la salida, respiras parece que salgo del túnel, pero cuando estas en un momento del túnel donde no ves las salida y te giras y no ves la entrada, todos hemos pasado por ahí, porque es pate para ser maduros en la fe, pensamos ¿Señor que ha pasado me has abandonado?, ¿por qué me ha pasado esto a mi?, ¿qué he hecho para que me pase esto? Y hasta en la Palabra de Dios lo vemos, la experiencia del pueblo de Israel cuando se siente abandonado por Dios. Y la misma Palabra de Dios pone la respuesta, una respuesta que es fortísima El versículo 15 “¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.” para la sociedad del pueblo de Israel esto era imposible, esto sería el extremo del abandono o el extremo del desamor. Is 54,10 “Los montes podrán moverse, las colinas vacilar, pero mi amor de tu lado nunca pasará.” Siempre en el extremo. “Mira, en mis palmas te llevo tatuada, tus muros están siempre ante mí” Mi nombre siempre está delante de Dios.
Hoy poder decirle hazme intuir Señor lo que es amar siempre, entender lo que es amar mucho. Acoger amar hasta el extremo. Agradecer ser alguien amado así, hay alguien que me ama de tal forma que no me pude amar más. A mi nadie me puede amar más desde lo que soy, con mis límites, no solo lo amable. Hay alguien que me ama tanto, que nadie me puede amar como Él.
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