sábado, 22 de junio de 2013

Abre mis ojos

  
En las semanas anteriores de la escuela de la Palabra hemos visto:

  • El Salmo 119, 18 “Abre mis ojos, y contemplaré las maravillas de tu ley”, la oración que tenemos que coger del salmista Abre mis ojos, no se refiere a los ojos físicos sino a los del corazón.
  • La importancia de tener una fe alegre Mt 25,23 “Entra en el gozo de tu Señor”. Una fe así nos puede situar en la vida de una manera diferente, que cambia nuestra manera de estar, de ver, una fe que ilumina la vida. Por eso Abre mis ojos.
Cuando nos paramos en la vida, nos damos cuenta que no son tanto los problemas sino la ceguera espiritual. La ceguera espiritual es cuando físicamente vemos pero el corazón no ve. No veo con mis ojos sino a través de mis ojos porque el que ve es el corazón. Cuando mi corazón está abierto, veo lo mismo pero de otra manera. Cuando mi corazón está cerrado, veo lo mismo pero también lo veo cerrado, nos parece que estamos en un túnel.

Mc 10, 46-52 “Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.” El ciego está acostumbrado a estar en el camino, a no ver, a ser una persona que no le pide más  a la vida, que ve pasar las circunstancias, las situaciones, y se conforma. Esto nos acaba de provocar una ceguera interior. Mi familia no creo que pueda cambiar, mis compañeros, mi pareja, por lo que me conformo. Ni pena ni gloria.
El señor nos dice ¿será qué no se puede salir de aquí? o ¿tú no quieres salir de ahí?
El ciego de Jericó escucha ruido y al saber que es Jesús el que pasa grita “¡Jesús, Hijo de David, compadécete de mí!”, al escuchar que pasa Jesús se arranca de este conformismo, aunque los demás le dicen que se calle, él no se deja vencer por lo que dicen las otras voces.

“Él dejó el manto, se puso en pie y se acercó a Jesús.

  • Tira el manto, se libera de sus seguridades. 
  • Da un salto, sabe que es Jesús, el Maestro.
  • Se sitúa, a veces nos falta acercarnos a la luz. El amor quiere cercanía, esta cercanía con Jesús es lo que hace salirse.
Bartimeo todavía no ha escuchado a Jesús, le escucha en el momento que se acerca, sin embargo, Jesús tiene un oído educado para escuchar, escuchó a Bartimeo a pesar de toda la gente. 
En esta situación tenemos 2 opciones:

  • Prefiero continuar lamentándome porque estoy más cómodo.
  • Prefiero escuchar al Maestro, esta opción es más arriesgada, porque tenemos que reconocer que estoy ciego, aunque veamos físicamente. Y tenemos que dejar el manto que nos da tanta seguridad.
¿Qué quieres que te haga?”
Cuando Jesús le hace esta pregunta parece que no tiene lógica, ¿qué va a querer?, parece que es una pregunta que sobra. Pero sin embargo es una pregunta muy pedagógica y muy sabia. Porque ver tiene consecuencias, la pregunta es ¿tú quieres realmente ver? Porque si ves no puedes estar sentado en el camino, si ves no puedes pedir limosna. A veces estamos así en la vera del camino, pedimos comprensión a los demás, y Jesús nos pregunta ¿Qué puedo hacer?, “Maestro, que recobre la vista.” Cuando Bartimeo le llama Maestro, es porque sabe a quién pide, sabe que es Jesús el que le puede dar. Reconocer quién me puede dar más es lo que me hace saltar.
Que podamos decirle “Dame Señor por tu gracia la fuerza de responsabilizarme de mi vida”
Vete, tu fe te ha salvado.”  No es Jesús quién lo salva sino la fe del ciego.

Hoy el Señor nos vuelve a decir ¿Qué quieres que te haga?, que seamos capaces de cuando nos encontramos en momentos difíciles poder decir Abre mis ojos.


Himno Laudes
“Porque, Señor, yo te he visto
y quiero volverte a ver,
quiero creer.

Te vi, sí, cuando era niño
y en agua me bauticé,
y, limpio de culpa vieja,
sin velos te pude ver.

Devuélveme aquellas puras
transparencias de aire fiel,
devuélveme aquellas niñas
de aquellos ojos de ayer.

Están mis ojos cansados
de tanto ver luz sin ver;
por la oscuridad del mundo,
voy como un ciego que ve.

Tú que diste vista al ciego
y a Nicodemo también,
filtra en mis secas pupilas
dos gotas frescas de fe. Amén”




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